jueves, 16 de abril de 2015

40 palabras para decir 4



Elegante, divertida e imprescindible. No estoy hablando de Natalie Portman (no sé cómo va de chistosa, la muchacha), sino de Justified, la serie que, tras seis temporadas y 78 episodios, emitió su último capítulo el pasado martes por la noche en Estados Unidos.

¿Elegante, divertida e imprescindible una serie sobre un Marshall (ese agente federal tan yanqui que se dedica a perseguir y custodiar presos) en uno de los estados menos atractivos (el rural y cateto Kentucky, famoso por sus bourbons y por, paradójicamente, prohibir la venta de alcohol en muchos de sus condados) y con un porcentaje muy elevado de diálogos?

Pues sí. Me quedo con lo de imprescindible, para empezar. (Antes de continuar, aquí y aquí y aquí (en inglés) podéis leer mejores críticas que ésta de la serie en su conjunto).



Porque Justified es un western negro o una larga novela negra con sombreros de cowboy, duelos en la alta montaña y, como corresponde al western crepuscular, un mundo en el que los buenos nunca son tan buenos y los malos son malos porque la vida es dura y si no eres tan duro como ella terminas con una bala en la nuca.

Sin duda, Elmore Leonard (cuyas obras sobre el oficial Rylan Givens sirvieron de punto de partida) y su tono, sus diálogos como ráfagas de automática, marcaron la pauta inicial. Luego, con la connivencia del propio Leonard (hasta su muerte en 2013), la serie creció hasta límites insospechados cuando se concibió.

Porque no se concibió como finalmente ha sido (confieso que yo la abandoné en torno al capítulo 6 y me reenganché, debido a la insistencia de un amigo, antes de que terminase la primera temporada; con la segunda ya entraría en mi panteón particular de preferidas). Por fortuna, FX (la cadena que la ha emitido) decidió, mediada la primera temporada, que la serie no tendría que ser un procedimental más (ya se sabe, un caso por capítulo), sino la historia de las gentes del condado de Harlan, de donde no hay manera de salir vivo. De las gentes y de sus fantasmas.



Da igual dónde hayas nacido: sabes que nunca podrás escapar del lugar donde viniste al mundo. Porque eso (tus orígenes y las decisiones que hayas podido tomar a partir de ahí) es lo que eres. Vayas donde vayas. Hagas lo que hagas. 

Y de eso va Justified. De las raíces, del destino que no se puede esquivar (como una de esas balas que te disparan), de las relaciones que no se pueden evitar (familia, amistades, amores) y de lo que va pasando por la vida mientras tanto.

Todo ello, con los diálogos mejor construidos de los últimos años (aquí os dejo una selección de citas) y con una pléyade de personajes (de cualquier pelaje: a este y al otro lado de la ley) de la que resulta impensable elegir sólo diez. Aunque, por aquello de que la altura de un héroe se mide en función de sus enemigos, Justified añadió un villano casi (o sin el casi) tan importante y adorable como el protagonista: Boyd Crowder (a quien estaba previsto matarlo en el primer capítulo y, como ya pasó con Aaron Paul en Breaking Bad, la decisión de convertirlo en el segundo gran protagonista cambió la historia seriéfila moderna). Y la rubia fatal (es una novela negra, ¿no?). Y el código del hampa. Y los malos que no mueren ni en un Holocausto nuclear. Y el jefe que debe lidiar con el oficial díscolo. Y los tontos, los adorables tontos del Kentucky empobrecido donde ya ni se sigue excavando las minas. Ha tenido algún altibajo, claro. Nadie ni nada es perfecto. Aunque su capítulo más flojo sería el mejor de la temporada de la inmensa mayoría de series que puedas pensar.

No voy a hablar más. Entre otras cosas, porque no soy uno de esos tipos  que para decir cuatro palabras utilizan 40 (de acuerdo: cuando escribo quizá sea bastante más locuaz que en persona).

Justified ha llegado a su fin y se ha marchado con un desenlace a la contra de lo que todo el mundo esperaba. Por supuesto: había que sorprender hasta en eso. Ha sido un adiós elegante y entiendo que divertido porque me dejó con una sonrisa en la cara.

Quizá su cierre es una alegoría de una de sus mejores frases. Esa con la que Raylan resumió el mundo en el que se movía: “Si te encuentras a un gilipollas por la mañana es que te has encontrado con un gilipollas. Si te encuentras con gilipollas todo el día, el gilipollas eres tú”.  Traducido: si disfrutas como un tonto de un capítulo, puede ser que sea porque es buen capítulo; pero si disfrutas todos los capítulos es que es una buena serie".

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