viernes, 10 de julio de 2015

Día 5: Bien lejos



A pocas horas de que la ruta eche a rodar (ya literalmente, por su significado de ir sobre ruedas) rumbo al norte y luego al oeste, a Texas, miramos atrás y dejamos unas pocas imágenes extra de los cinco días en Nueva Orleans.

La de los vagabundos a la buena mañana junto al río:



La del trompetista a la vera del Café du Monde:



La de la música en cualquier parte.



La del ciclismo extremo.



La de quizá va siendo hora de una poda.



La de los avisos inquietantes para cuando se viaja solo.



La de la armería tan antigua que venden aún espadas (en este mismo local, antaño farmacia, se inventó el cóctel como concepto).



La de ¿qué coño hace la bandera de Castilla y León en el barco de vapor turístico? (las otras banderas son las de la ciudad, el estado y la nacional).



La del niño en el campo de batalla.



La de la casa que un general francés ofreció para que se exiliase Napoleón, ya preso en Santa Elena y ya tan cascado que moriría pocos meses después de la oferta.



La de la bicicleta.



La de la señal que iban dejando las autoridades en la puerta de las casas tras el Katrina. Se limitaban a llamar y dejaban la señal si no oían nada (en efecto: como si los muertos hablasen).



La de las casas estilo barco de vapor (se llaman así, lo juro).



La de la casa de Fats Dominó.



La del gato copando escaparate.



La del gran Ronald W. Lewis.



La de la ciudad a lo lejos...


Bien lejos...


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