domingo, 4 de septiembre de 2016

Día 1: Siesta en Boston



Descripción: Boston a este lado, con el río Charles fijando frontera respecto a Cambridge, que es donde se pondrá el sol. En un embarcadero de madera, decenas de jóvenes ni siquiera se molestan en ver el atardecer, sólo sienten los últimos coletazos del verano que aquí, tan al norte del norte, dura tan poco. Miran al sol, que no duele ni ciega ni molesta; que casi acaricia, que se agradece porque a la espalda, entre las calles tan universitarias, tan británicas en su ladrillo húmedo, tan Brooklyn en miniatura, araña ya el viento frío del este, el que sopla desde el Atlántico en su antesala a Groenlandia. 

Me tengo que poner así de pedantillo, lo siento. La Ruta Pop 4 arranca como una siesta de verano a la sombra, una de esas cabezadas bajo el arrullo del tour o de los niños que vocean en la orilla, la saliva seca en la comisura de los labios. La Ruta Pop 4 ha comenzado sin taxistas que me quieran llevar a cementerios ni tormentas sobre las marismas de Charlotte que retrasen los aviones. Por no haber, no ha habido ni el temor inicial de aduana, ya que este año el agente se ha limitado a saludarme y a decirme cuántos días voy a estar, sin indagar más, sin importarle que mi nombre sea igual a un tipo muy buscado en Georgia (sí, eso me pasó hace dos años: había un Alejandro Medina que huía de la justicia en algún lugar de Atlanta), sin mirarme mal porque diga que soy periodista.

Así que todo ha ido bien. Pese a que había un huracán en retirada (el Hermine, que ha inundado media Florida y se resistía a rendirse en su viaje hacia el norte) y que ha obligado al avión a arrimarse más al Polo para evitar sus vientos postreros y que, según todas las previsiones, iba a manifestarse sobre Boston en una tarde de lluvia. 

Pero no: la tarde ha ido así:




No es que vivan especialmente bien en Boston; es que hay mucho estudiante (Harvard, el MIT...) y este fin de semana es el último antes de que empiecen las clases (el lunes es festivo por Labour Day y estos días son de ajetreo de mudanzas e instalaciones).

También lo es de fiestas en plena calle de la hermandad. En ésta hay barbacoa y sofás en la acera; en otras andaban llenando piscinas de plástico como jacuzzis; en las tiendas de conveniencia se agolpan los jóvenes comprando botellas, en el paseo junto al río hay quien acelera en su carrera vespertina para quemar de forma preventiva la cerveza que vendrá.



Da igual dónde mires: Boston está lleno de jóvenes de todos colores y lenguas (los de color escasean, los de color, pese a que en las puertas de las iglesias y de los centros sociales cuelgan orgullosos el 'black live matters', suelen ser los vagabundos que se sientan en las puertas de servicio de casas señoriales) que pasean por Newbury mirando tiendas y regresan a Beacon Street a la sede de su colegio mayor o hermandad cuando la noche se acerca.

Para ellos, la universidad es su siesta, la vida un eco todavía lejano.

También hay mucho turista, por aquello del fin de semana largo de fiesta y que pronto, en unos días, nadie querrá venir a Boston de vacaciones porque hará frío (¿daré mucha envidia si digo, con España en ola de calor, que aquí no pasamos de 22 grados?). 

Ya no se respetan ni los cementerios, una curiosidad más propia de Francia o de la vieja Europa, eso de los camposantos diminutos a la vuelta de la esquina, como parcelitas donde sólo falta poner unas mesas y unas sombrillas:


Boston tiene historia. Bastante, para los cánones que se manejan en los Estados Unidos. 

Aunque de eso hablaré mañana, que me patearé el Freedom Trail y rendiré tributo a no sé cuantos lugares "más antiguos del país". 

De momento, la cuota pop del día la cumplimento con una fachada que sólo es fachada, dado que el interior era un decorado (admito que nunca me atrajo especialmente esta serie en concreto):



Y una de mis batallitas, a caballo (chiste fácil) entre el homenaje también pop/personal (a esta película siempre le tuve cariño) y mis obsesiones guerra civilianas. 

Os presento al coronel Robert Gould Shaw, quien al frente del  54.º Regimiento de Infantería de Voluntarios de Massachusetts, formado por voluntarios y negros, inmortalizó Mathew Broderick en 'Tiempos de Gloria':



El hombre real nació en Boston y se sienten muy orgullosos aquí de que liderase una carga suicida que le mató a él (ups: acabo de fastidiaros la peli) y a cientos de sus hombres en Charleston. Al menos, o eso dice la historia, su ejemplo animó a miles de hombres de color a luchar en la guerra. 

Hoy, uno de esos hombres por los que Shaw murió se disfraza de soldado de infantería junto al monumento y pide cinco dólares a los turistas que le reclaman una foto. 

Ya sabéis, black live matters y todo eso.

Desde Boston, donde me tira ya de la manga el sueño (el día ha sido muy largo y para mí son las tres pese a que el reloj de aquí marque nueve), nos vemos mañana. Os dejo con el primer posado de brazos cruzados, otro clásico de las rutas:

      


 

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