jueves, 31 de agosto de 2017

La Quinta Ruta: orígenes y digestión




Termina agosto a tormenta limpia, llega septiembre con sus atascos a quemarropa y sus depresiones de oficina y uniformes, plastificaciones de libros y afilamiento de lápices, de profesores y jefes, de hojas que se caen y párpados que no se levantan. Pero septiembre también puede ser tiempo de carretera en este blog. Sí: vuelve la Ruta Pop, a la que este año le voy a endosar la denominación anglosajona o romana porque a las rimas las carga el diablo. La V Ruta Pop ya está aquí...

Será justo en una semana. Viajo el 7 de septiembre, con lo que mi primera aparición será en la mañana del 8 de España (supongo). Habrá narración diaria, como en los cuatro años precedentes, idas de olla puntuales o continuas, fotos más o menos afortunadas de obsesiones personales (cielos, faros, desolaciones paisajísticas, estatuas desde su espalda), sentimentales (escenarios de películas o series) y/o culturales (batallas, museos, cementerios y sus tumbas de escritores o ilustres), y también habrá en el menú instantáneas de comidas para que saliveis en el curro durante esas horas intermedias entre el desayuno de café a palo seco y triste ensalada de almuerzo... y sonarán canciones... y, especialmente, habrá mucho de lo que salga y me depare la carretera. 


Para los que no sepan de qué van las rutas pop, o como recordatorio para los que sí, hagamos un rápido repaso a las cuatro primeras ediciones:

Si en septiembre de 2013, la primera recorrió el Medio Oeste de arriba abajo...

Imagen al amanecer del Carhenge, una imitación de Stonehenge formada con coches en medio de la nada de Nebraska (en Alliance, concretamente).

Rowan Oak, la residencia de William Faulkner durante décadas, en Oxford, Mississippi.

Un puente en Madison County, Iowa.

Y, por supuesto, Little Bighorn. Al fin. Allá en Montana.


Sí, las comidas en Nueva Orleans (un desayuno, en este caso), me dejaban así de consternado.

Callejón de los piratas en Nueva Orleans, con un poco de todo... hasta de la manzana donde Faulkner se convenció de que era novelista. 
Alegoría de la exhuberancia de la fiesta. 

Tormenta en el Mississippi.
Luisiana arriba, donde las plantaciones mandan. 
O Mississippi (tanto río como Estado homónimo) arriba, en las Dockery Farms donde dicen que nació el blues (nada menos).

Las vías del tren donde anidan los zombies... en Senoia, Georgia, pequeña capital de rodaje de The Walking Dead.
... la tercera, en julio de 2015, repitió en Luisiana pero luego me condujo a Texas y Nuevo México...

Otra vez en Nueva Orleans, esta vez para preparar 'La Dama Blanca del Missisippi visitando el campo de batalla del asedio a la ciudad en 1815.

Las cicatrices del Katrina aún supuran.
Pero la ciudad resiste.

Al sur del sur... En Texas, muy cerca del Río Grande.
Donde la arena se disfraza de nieve, las White Sands de Alamogordo, Nuevo México.

Nuevo México también es blanca por Walter White a las afueras de Albuquerque.

El camino del horror: Holcomb, Kansas. La granja donde se perpetró la matanza de 'A sangre fría'.

...y la cuarta, en septiembre de 2016, viró a viento del norte, a la Nueva Inglaterra de Boston y Maine... 

(Buena) vida de estudiante en Boston.

Septiembre y Massachussets son sinónimo de nubarrones como los que se cernían sobre Provincetown.
Aunque para escalofríos, la Maine profunda de Stephen King: su hogar de Bangor.








Faros y niebla por la costa más nororiental de los Estados Unidos.

¿Qué me depara este año?

Pues a ver qué sale... La idea es mezclar historia seminal con hechos destacados para terminar con el reverso del sueño americano. Empezaré en Filadelfia, cuna de su particular historia, para continuar por algunos escenarios claves de la Guerra Civil (Gettysburg, Appomattox, campos de la Virginia sudista) y terminar en ese lado tenebroso de la América profunda que es la industria perdida y decadente: Kentucky, Ohio y la Pennsilvania occidental. 

Como siempre, miles de kilómetros para poco más de una semana, con una media de unos 700 cada día. 

Y espero que vuestra compañía...

Aunque sea por las fotos de comida (os dejo algunos ejemplos...)

Desayuno ligero en el trasunto de 'Los Pollos Hermanos' de Breaking Bad, en Albuquerque, Nuevo México.
Desayuno ligero en Nueva Orleans.
Aperitivo en una barbacoa de Lockhart, considerada la capital de la barbacoa en Texas (y escenario de The Leftovers).
Pastel/tarta de caimán y queso, en Nueva Orleans, claro...
El mejor bocadillo que he probado nunca, la 'muffaletta' del Cochon Butcher de Nueva Orleans.
La mejor hamburguesa (o eso dicen las guias, solo probé esa en este Estado) de Alabama. En Mobile.
Barbacoa ligera en Memphis.
Filetito (cercano al kilo, al que ellos llaman T-Bone) en el Mississippi (el Estado) profundo.
Pollo frito en Kansas.
La Lonely Planet proclama este dinner en Sioux Falls (Dakota del Sur) como uno de los mejores garitos de carretera del país. La hamburguesa, de queso y bacon.
Mi primer desayuno en los USA en una ruta pop... fue en Osceola (Missouri)... y fue una bendición por la que casi creo en dios de nuevo (y era algo simple: un muffin, una salchica, patatas, queso, salsa holandesa y salsa de carne).

Y mi último desayuno, en septiembre de 2016, en un 24 horas de Bangor, Maine. Allí dicen que King se inspiró para idear sus camioneros asesinos. No sé: la tortita (del diámetro de una pizza mediana cada una... y eran tres) de calabaza y chocolate sí era una asesina de lo buena que estaba. 

martes, 22 de agosto de 2017

Juego de Tontos: o quizá merecía la pena esperar a los libros



(Obviamente, hay espoilers hasta el S07E06 de Juego de Tronos). 

Quizá me precipito y me tenga que tragar todo lo que voy a decir en apenas unos días.

Aunque para precipitada, la séptima temporada de (desde ya) Juego de Tontos, en la que su sexto episodio ha batido todas las cotas aceptables de estupidez narrativa. 

Hay quien dice que la serie está sucumbiendo al vértigo porque le restan muy pocos episodios para terminar (ahora mismo, ocho: uno de la séptima y otros siete de la octava). Que hay que acelerar por falta de espacio. 

Yo lo que veo es una alarmante falta de ideas. Hay pocos episodios porque ya no había materia con la que desarrollarlos. Ha sido separarse de lo que los libros nos habían dejado sembrado, de aquello que podía intuirse que ocurriría (la sexta temporada sí fue excelente porque cerraba flecos antes de lanzarse por completo a lo que se había construido con tanto esmero: la doble guerra definitiva contra los muertos y entre los Reinos), y ha empezado el despropósito. Hasta ahora, las grietas aparecían aquí y allá y esperábamos que fuera un espejismo, que había una causa mayor que las justificase. No queríamos ver la evidencia de la nada que se escondía bajo el brillo del hielo.

Basta ya. 

Juego de Tronos/Tontos acabará pronto porque no hay libros que la sostengan. No hay ideas ni argumento (de pronto, pareciera que los guionistas de The Following hubieran tomado el control). No hay trama ni lógica. Hasta hace poco, yo incluso pensaba que la serie había superado a los libros y no los necesitaba ya. Me equivoqué: mucho meterse con George R Martin y su lentitud y resulta que la serie ha sido grande mientras se sostuvo en la cohesión de los libros. 

Una misma cohesión que ha estallado por los aires (o se ha congelado más allá del muro) en la televisión. 

Durante toda la séptima temporada, una serie de personajes a los que dábamos por muy inteligentes no han dejado de cometer estupideces que contradicen lo que han sido durante los 60 episodios precedentes. Al mismo tiempo, ese gran rasgo de la serie, aquello de que cualquiera puede morir (una falacia desde hace tres temporadas y media, ya que solo mueren secundarios, como se incide aqui) se ha travestido en una concatenación de cliffhangers baratos y anodinos. Todo se puede resumir en un detalle que no dejan de exprimir: si Jon ha resucitado está claro que no va a morir ahogado bajo un lago al que ha sido arrastrado por zombis. 

No, señores guionistas, si Gleen no murió en un callejón infestado de caminantes y se salvó gracias a un contenedor de basuras (eso, en el Madrid donde los roban cada dos por tres, sería una perdición), Jon no va a palmar ahogado. Si Rick no va a morir ni en mil temporadas de zombis, Jon tampoco a los dos días de haber resucitado. 

Y menos aun de esa forma estúpida (otra cosa sería sacrificándose para permitir el reinado de su ahora -mira por dónde qué rápido es el amor- querida Dany... aunque primero habrían que consumar, digo yo...).   

En esta falsa sensación de peligro para los protagonistas (acrecentada por el caso Jaime/Bronn), Juego de Tronos se ha emparentado con ese otro gran fenómeno de masas que es The Walking Dead. Llegados al rubicón de seguir alargando el éxito a toda costa, se multiplican los atajos a conveniencia según sea uno u otro personaje el involucrado (que solo mueran los 'extras' de la partida más allá del muro rompe con lo que nos enamoró de la serie, esa sensación de que todos están en riesgo), la pirotecnia del FX desvirtuando la trama (todavía no capto por qué en una escena Daenerys parece aceptar atar a sus dragones en corto y no quemar Desembarco del Rey pero a la siguiente ataca al ejército Lannister... a no ser que hubiera que enseñar el poder de los dragones en un campo de batalla de una vez por todas), los ases en la manga (que alguien me explique lo de Gendry... y no me refiero a su futuro como triatleta), el deus ex machina de baratillo (ay, ese tío de las bolas de fuego a caballo), las marrullerías narrativas (de pronto, los cuervos que transportan noticias en los siete reinos son más rápidos que un whatsapp), la épica innecesaria (para derrotar a un ejército, Dany se lleva un dragón, imaginamos que por prudencia, pero al norte se lleva a los tres)...

Aunque, insisto, no todo es achacable al sexto episodio. De acuerdo: la misión de Jon Nieve era ridícula (y la hacen más ridícula enviando a una docena escasa de valientes... una docena en el sexto episodio, ya que el quinto acabó con solo siete adentrándose). Y toda esa corte de gente inteligente (Tyrion, Varys, Missandei) y renuente (Daenerys) lo ve como un plan infalible. Pero es que Tyrion fue a Desembarco del Rey a proponerlo (¿por qué no enviar a otro?). Y su hermana lo acepta y no le decapita, que es lo que lleva toda la serie deseando. Jamie se comporta como un bobo arremetiendo contra el dragón, pero a los guionistas no se le ocurre una salida más boba que pretender engañarnos con su muerte entre episodio y episodio... y luego, le hacen batir el récord olímpico de buceo por inmersión para alejarse de la batalla y emerger (con armadura incluida) a no sé qué distancia... Allá en el norte, Ayra parece que vuelve a tener diez años y es una niña caprichosa y envidiosa de su hermana mayor más guapa y alta, tanto entrenamiento de autocontrol y cinismo desbaratados por un rencor infantil que la ata a un lugar donde su única razón para estar es dar algo de trama a Sansa y Meñique. La enfermedad más letal de los Siete Reinos y parte del universo resulta que era tan sencilla de curar como cuando de pequeños nos arrancábamos las costras en las heridas que nos hacíamos en las rodillas y codos al caernos de la bici. La limpieza de secundarios de peso se acelera y maltrata de forma retroactiva tantos minutos pasados con ellos (las arpías, su madre, Lady Olenna, Thoros)...

Y, lo que es peor, se intenta esconder la escasa imaginación con parafernalia. La gente elogia mucho el sexto episodio por las escenas de batalla y sí, son espectaculares. 

También lo son en Transformers. 

Juego de Tronos, la serie, era otra cosa. Lo fue mientras tuvo cimientos narrativos. Quizá Martin también traicione a sus propias criaturas en los libros que le quedan. Quizá las expectativas siempre fueron demasiado ambiciosas en uno u otro medio. 

Por ahora, podemos hablar de la serie. 

Una serie que es hielo que se derrite.