domingo, 10 de septiembre de 2017

Día 4: Variaciones sobre la épica



Primera variación: la contra épica

Érase una vez la máquina expendedora más triste del planeta. En el motel, cochambroso motel, Blue Sky, a las afueras de Gettysburg. 

Mejor no mires más de dos segundos las esquinas de las mugrientas, grasientas moquetas. 

Segunda variación: la épica hecha a sí misma. 

El detalle en la foto está arriba, a la derecha.

Érase una vez el Museo del Cuerpo de Marines, en Quantico (Virginia). "No te crees bueno, eres bueno". Es lo que dicen que inculcan a los marines cuando entran en la academia. También que, por encima de la mujer, la madre y el padre, los amigos o los partiditos de béisbol de los domingos por la mañana, un marine lucha por el compañero que tiene al lado. Así, el museo repasa su historia, que arranca en la época de la independencia y por desgracia se acaba antes de mirar el presente, ya que la sala dedicada a Irak y Afganistán se abre el año que viene.

El museo es moderno, se han gastado un dinero en montarlo (de donaciones la mayoría) y el repaso es exhaustivo. También es suyo e intransferible, por lo que abstenerse cínicos o pacifistas: son lo mejor de lo mejor (¿pasa algo?) y la primera línea de la lucha por la libertad (la libertad de USA, claro). Las escenas recreadas incorporan en algún caso toques realistas. Un ejemplo:


Como se recrea una batalla en la nieve, en alguna de sus guerras en el lejano oriente de mediados del XX, la sala está aislada y con una temperatura que no supera los cinco grados.

Y así, hay suelos que retumban por los camiones, altavoces inmersivos, aviones y helicópteros que no sabes de dónde vienen, alarmas antiáreas y un muestrario de armamento real en vitrinas que podría servir para defender un país mediano del centro de Europa.

Que yo sepa no hay un sargento que te escupe en la cara mientras te insulta (aunque quizá lo haya porque no probé todos los montajes).



Sí hay espacio por todos lados para el homenaje sentido. Hasta el 18 de mayo de 2008 (de nuevo, queda fuera el último tramo de Oriente Medio), un total de 4.267 marines murieron en acción y 23.744 resultaron heridos. 

A campo abierto, junto al aparcamiento, hay un parque donde se erigen diversos monumentos (monolitos, placas, estatuas...) a distintos regimientos o hechos. 

Hay bloques de acero de las Torres Gemelas (entre los más de 300 bomberos que murieron el 11-S -tal día como hoy- había 17 ex marines), estatuas de un perro o de un caballo, de mujeres o de marines especialmente laureados. Pero me quedo con dos muy concretas a los caídos. 

Y me callo aquí ya para que hablen las imágenes:




Tercera variación: la épica efímera. 



Es el Capitolio de los Estados Confederados de América, un remedo descarado de la Casa Blanca en una colina de Richmond, capital sudista en los cuatro años de Guerra Civil. Hoy, Virginia es un estado donde se insiste que todo es amor y armonía (el atropello en una manifestación contra supremacistas de hace un mes fue en el corazón del Estado). Hay recuerdos por todas partes de un pasado con el que no se ponen de acuerdo si simboliza el odio (abajo las estatuas) o forman parte de un legado y de una identidad ("No hate: legacy", reclaman camisetas y cartelitos múltiples con la bandera confederada en el centro). 

El Capitolio rebelde se usó muy poquito pero su misma estampa aún genera debate siglo y medio después. 

Cuarta variación: la épica de dibujos animados. 

Un cromo soy, en efecto.

Pocahontas y el capitán John Smith son personajes reales. Formaron parte (aunque a ella la forzaron) del primer asentimiento que 104 británicos establecieron en Estados Unidos el 13 de mayo de 1607. Doce años después, el millar de colones que habían pasado por Fort James y alrededores habían muerto de enfermedades o por sus enfrentamientos con los americanos que sí que estaban allí antes.  

Hay estatuas de la india y del aguerrido soldado, cuyo parecido con los dibujos animados es similar a lo que se parece el ratón que se esconde detrás de tu nevera a Mickey. Tengo fotos pero no las pongo. 

De Pocahontas y John Smith (del ratón, no).

Me quedo con el cementerio y el río James, que soy de natural alegre. 



Quinta variación: la épica de la victoria.



Muy cerquita de la orilla donde a Pocahontas la secuestraron y la convirtieron al cristianismo y la bautizaron y la casaron con un soldadido y se la llevaron como un mono de feria a Londres y... a unos 20 kilómetros, decía, de donde los británicos se atrevieron a formar la primera aldea yanqui (aunque si estamos en Virginia, debería decir sudista), los mismos británicos se vieron obligados casi dos siglos después  a rendirse ante George Washington. Fue en Yorktown, donde el varapalo que le dieron a Jorge III los revolucionarios (inciso: para USA, los valientes patriotas que plantaron cara a Londres son revolucionarios, no rebeldes. La palabra rebelde es fea porque con ella se define a los sudistas) provocó el fin de la guerra y sí, el inicio de la independencia. 

Un par de días después en aquel otoño de 1781, los constituyentes reunidos en Filadelfia decidieron erigir un monumento a la victoria (en la imagen me he puesto artístico y no se aprecia que mide 80 metros de alto). Debieron de contratar a un chapuzas a domicilio, porque tardaron más de 100 años en terminar la obra. 

Sin variaciones: épica a secas para un amanecer en Gettysburg:





Por cierto... que empezó la ruta en carretera ayer y no puse canción. Hoy pongo una que vale por dos...

Buen lunes. 

  

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